🌪️ “Siento que estoy perdiendo el control con mi hijo/a…”
Cómo mantener la calma cuando tu hijo saca lo peor de ti
Hay días en los que la paciencia simplemente se acaba. Cuando tu hijo te grita, patea, te dice “¡no!” por décima vez o hace una rabieta monumental justo cuando más apurado estás… es normal sentir que te sobrepasa.
Pero tranquilo. No estás solo.
Lo que sientes no te convierte en un mal padre o madre. Solo habla de lo exigente que es esta labor y de que tú también eres humano.
Desde el enfoque Montessori y la crianza respetuosa, te damos algunas claves para recuperar la calma y reconectar con tu hijo/a, incluso en esos momentos donde parece que todo se desmorona.
🧠 Entiende lo que está pasando (y no es personal)
Cuando un niño tiene un comportamiento desafiante, no está tratando de destruirte emocionalmente. Lo que ocurre es que:
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Tiene una necesidad no satisfecha (hambre, sueño, cansancio, atención).
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Está aprendiendo a autorregularse (¡sí, también está practicando!).
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Está explorando límites y busca contención, no castigo.
👉 No es contra ti. Es frente a ti, porque contigo se siente seguro.
💬 ¿Y si tú ya estás al borde?
Primero: respira. En serio. Detente por un instante. Si puedes, sal de la habitación. Si no puedes, míralo a los ojos, respira profundo y repite mentalmente:
“Soy el adulto. Él/ella me necesita calmado/a, no perfecto/a.”
💡 La autorregulación empieza contigo. No puedes enseñarla si tú no la practicas.
🌱 Estrategias Montessori para mantener la calma
1. Crea “espacios seguros” para ti
Ten un lugar, un aroma, una canción o una imagen que te devuelva a tu centro cuando sientas que vas a explotar.
Ejemplo: un frasco de calma no solo es útil para niños. Haz uno para ti. Agítalo. Respira hasta que la brillantina se asiente.
2. Anticípate a tus disparadores
Haz una lista mental o escrita de lo que más te estresa (el llanto prolongado, el desorden, los gritos…). Cuando sabes qué situaciones te sacan de quicio, puedes preparar respuestas más conscientes.
3. Baja el tono, no la autoridad
No necesitas gritar para poner un límite. Usa frases firmes, claras y cortas:
“Veo que estás muy molesto. Yo también necesito tranquilidad. Vamos a calmarnos primero y luego hablamos.”
Eso es contener. Eso es liderazgo emocional.
4. Haz pausas emocionales
Si no puedes más, dilo. No es un fracaso, es autocuidado:
“Mamá/papá está muy cansado ahora. Necesito unos minutos para pensar mejor.”
Cuando tus hijos ven que tú también te tomas pausas, aprenden que no se trata de reprimir, sino de gestionar.
❤️ Ejemplo Montessori en acción
Imagina que tu hijo lanza un juguete y grita:
“¡Eres malo! ¡No quiero jugar contigo!”
Respira. Mira con calma. Y responde:
“Veo que estás muy enojado. Tus palabras duelen, pero aquí estoy para ayudarte a calmarte.”
Con eso, no solo desactivas la bomba emocional, sino que le enseñas a tu hijo que las emociones fuertes no destruyen los vínculos.
💛 Cierre con esperanza: Educar también es sanarse
Educar desde la calma no significa que nunca pierdas los estribos. Significa que, cuando lo haces, sabes volver. Sabes pedir perdón. Sabes volver a ti. Y eso, querido padre o madre, vale más que cualquier manual.
Tu hijo no necesita una versión perfecta de ti. Solo necesita tu presencia, tu guía, tu abrazo cuando más te necesita… incluso cuando parece que menos lo merece.
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